La pobreza espiritual produce la obstinación. No creemos fácilmente en lo que está más allá de lo que alcanzamos a ver.
Las almas grandes no son aquellas que tienen menos pasiones o más virtudes que las almas corrientes, sino aquellas animadas por los más altos designios.
Hay personas a quienes sientan bien los defectos, y otras que resultan insoportables con sus buenas cualidades.