Casi todos los males de los pueblos e individuos dimanan de no haber sabido ser prudentes y enérgicos durante un momento histórico, que no volverá jamás.
No es prudente hacer a los demás favores que no puedan devolver; llegará un día en que nos aborrezcan.
La prudencia supera a las demás virtudes, en el mismo grado que la vista supera a todos los demás sentidos.
La prudencia no será nunca bien elogiada; sin embargo, no es capaz de prevenirnos contra el menor suceso.