Un hombre de bien, sabe hablar.
El objeto de la oratoria no es la verdad, sino la persuasión.
Las pasiones son los únicos oradores capaces de persuadir siempre.
Es una ilusión creer que los hombres de Estado pondrán en sus actos la energía manifestada en sus discursos.
El éxito oratorio o literario se debe siempre a la misma causa: la absoluta sinceridad.
Muchas de las celebridades oratorias, al verse aplaudidas cuando saben poco del tema, acaban por acostumbrarse a ignorarlo por completo.
Concedemos que pueda tener igual ingenio, estudio y doctrina un hombre pésimo que uno excelente, ¿quién de ellos será mejor orador? Indudablemente el que sea mejor hombre.
Di lo que tengas que decir y cuando llegues a una frase que termine con punto gramatical, siéntate.
El orador que desee conmover a una muchedumbre debe emplear afirmaciones violentas, expresadas en términos abusivos. Su método consiste en exagerar, repetir, eludir toda tentativa por presentar pruebas razonables.