El orgullo que tanto alienta nuestra vanidad, no sirve a menudo para moldearla.
El orgullo de los mediocres consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes hombres es de no hablar nunca de ellos.
Entre todos los vestidos que yo he visto poner al orgullo, el que más subleva es el de la humildad.
Unir la cortesía al orgullo es una obra maestra.
Si no fuésemos orgullosos no nos dolería el orgullo de los demás.
El orgullo engendra la necesidad, la necesidad crea los pícaros, los pícaros acaban en la horca, y quien gana es el diablo.
Pocos son los actos de poca virtud que los hombres realizan; la vanidad y el orgullo muchas veces no nos hacen ganar el favor del prójimo.