Veinte años de ilusión convierten a una mujer en una ruina; pero veinte años de matrimonio la transforman en algo así como un edificio público.
El único equilibrio del matrimonio es que proporciona iguales decepciones tanto al marido como a la mujer.
El hombre que moraliza es casi siempre un hipócrita; la mujer moralizadora es invariablemente fea. Nada sienta peor a una mujer esa convicción.
Entre tanto algunos hombres viven la novela que no han podido escribir, otros escriben la novela que no han podido vivir.
La razón de que a todos nos guste pensar bien de los demás se debe a que todos estamos asustados de nosotros mismos. La base del optimismo es el puro terror.
El pasado podría aniquilarse; siempre las penas o el olvido pueden hacerlo; pero el porvenir es inevitable.
La única diferencia que hay entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho... dura más tiempo.
Si queréis saber realmente lo que piensa una mujer, cosa siempre peligrosa, miradla y no la escuchéis.