Veinte años de ilusión convierten a una mujer en una ruina; pero veinte años de matrimonio la transforman en algo así como un edificio público.
A los hombres que están desesperados, cásalos, en lugar de darles sogas; morirán poco menos que ahorcados.
No comprendo que un hombre se case, ni que una mujer cometa semejante locura a la edad en la que ya sabemos lo que nos conviene.
El amor es una cosa ideal; el matrimonio, una cosa real; la confusión de lo real con lo ideal jamás queda impune.
Conozco a centenares de maridos que serían felices de volver al hogar si no hubiese una esposa esperándoles.
La mejor energía del hombre se manifiesta con su trabajo intelectual, como sucede con la mujer con sus actos cotidianos y su carácter.
El hombre es la voluntad, y la mujer, el sentimiento. En esta nave de la humanidad, la voluntad es el timón, y el sentimiento, las velas; cuando una mujer pretende dirigir, el timón es tan sólo una vela enmascarada.
El motivo de que tan poco matrimonio sea feliz estriba en el hecho de que las damiselas dedican más tiempo a hacer redes que jaulas.