Todos los hombres de la historia que han hecho algo con el futuro tenían los ojos fijos en el pasado.
El pasado podría aniquilarse; siempre las penas o el olvido pueden hacerlo; pero el porvenir es inevitable.
Cuando la experiencia del pasado ha servido para rectificar nuestra vida, esta rectificación es la mejor prueba de que nada de lo pasado era nuestra verdadera vida.
El presente es árido y turbio, el porvenir se mantiene oculto. Toda la riqueza, todo el esplendor y toda la gracia del mundo están en el pasado.
El hombre que conserva la fe en el pasado no se asusta del porvenir, porque está seguro de encontrar en aquél la táctica, la vía, el método para sostenerse en el problemático mañana.
La manera de ahogar la desesperación y hacer que renazca la esperanza, es rectificando los errores del pasado.
El pasado es el único lugar donde podemos refugiarnos al huir de miserias, al huir de nosotros mismos.
Para el hombre, el pasado se asemeja singularmente al porvenir; contar lo que fue, es tanto como decir lo que será.