Se comprende que acudan a que la autoridad les moralice el teatro, los que no saben contener su curiosidad por las inmortalidades.
Mientras seáis jóvenes, haréis bien de que vuestros corazones no pidan limpieza, porque quizá necesitéis, al lavarlos, retorcerlos también.
El hombre que moraliza es casi siempre un hipócrita; la mujer moralizadora es invariablemente fea. Nada sienta peor a una mujer esa convicción.
Si perfeccionamos las ciencias, debemos perfeccionar la moralidad, sin la cual el saber se destruye.
La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica y otra, que practica pero no predica.