Casi todas nuestras equivocaciones provienen de que cuando debemos sentir, pensamos, y cuando debemos pensar, sentimos.
Raros son estos tiempos felices en los que se puede pensar lo que se quiere, decir lo que se piensa.
El hombre que pretende obrar guiado exclusivamente por la razón está condenada a obrar muy raramente.
Si queréis saber realmente lo que piensa una mujer, cosa siempre peligrosa, miradla y no la escuchéis.
Pensar es recogerse en una impresión, destacada dentro de nosotros mismos y proyectarla en un juicio personal.
¡Cuán pocos son los que piensan justamente sobre los pocos que piensan! ¡Y cuántos que creen pensar y no piensan nunca!
El que no piensa más que en sí mismo, lo que le interesa y lo que le conviene, no puede adivinar ni suponer lo que otros piensan.
¿Queréis saber lo que piensan los hombres? No os fijéis nunca en lo que dicen, sino sólo en lo que hacen.
La asimilación continua de las ideas ajenas detiene y cohíbe las propias y hasta paraliza la facultad de pensar.