El tiempo hace surgir nuevos escollos, cuya existencia nunca creímos posible; no hay que considerar segura la victoria hasta que el combate no haya tocado a su fin.
El interés del jefe militar debe ser asegurar el éxito de la guerra, y lo que la política haga o deje de hacer con las victorias o con las derrotas no debe importarle nada.
Los pueblos atribuyen sus victorias a la pericia de sus generales y al valor desiempre achacan sus derrotas a una inexplicable fatalidad.
La guerra ha sido siempre un factor de progreso; por ella es como aprenden a conocerse y quererse vencedores y vencidos.
Los hombres buenos que no tienen la guerra por oficio, cuando su ambición de vencer está satisfecha, desean volver a su casa y dedicarse a sus habituales ocupaciones.
¡Mira cuánta sangre cuesta una victoria! La sangre de vuestros enemigos es sangre humana, y la verdadera gloria consiste en ahorrarla.
Considero que el estado natural del hombre es la lucha. Combate y pugna contra sus semejantes por muchas cosas, grandes o pequeñas.
¿Dices que una buena causa justifica incluso la guerra? Yo contesto: Una buena guerra justifica cualquier causa.
La guerra fatiga, pero no extenúa; es una función natural del organismo humano para la cual se halla éste prevenido.