De la misma manera que se necesitan las leyes para conservar las buenas costumbres, éstas son para el mantenimiento de las leyes.
El ejército debe estar en ejercicio constante para que los soldados no tengan tiempo de pensar en cosas que los hagan sediciosos e inútiles.
Los hombres buenos que no tienen la guerra por oficio, cuando su ambición de vencer está satisfecha, desean volver a su casa y dedicarse a sus habituales ocupaciones.
Las viejas ofensas no se borran con beneficios nuevos, tanto menos cuanto el beneficio es inferior a la injuria.