Nuestra verdadera alegría emana del sufrimiento, como el bálsamo de la herida abierta en el árbol generoso.
Si exageráramos nuestras alegrías como hacemos con nuestras penas, nuestros pro blemas perderían su importancia.
Las amistades de la juventud deben durar toda la vida. Dejarlas a la puerta del colegio, al abandonarlo para siempre, sería dejar nuestra fortuna más preciosa.
Después de terminada y analizada en el mapa, una batalla adquiere el aspecto ordenado y metódico de un mando superior.
Los que leen muchos libros son como los masticadores de hachís. Viven en un sueño. El veneno sutil que penetra en su cerebro les hace insensibles al mundo real. Llegará un día en que todos acabaremos por ser bibliotecarios y todo habrá terminado para nosotros.
Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía, porque aquello que dejamos es una parte de nosotros mismos: debemos morir una vida para entrar en otra.
El sistema embrutecedor de las recompensas y los castigos apoca los caracteres y falsea las opiniones.