Los hombres buenos que no tienen la guerra por oficio, cuando su ambición de vencer está satisfecha, desean volver a su casa y dedicarse a sus habituales ocupaciones.
El tiempo hace surgir nuevos escollos, cuya existencia nunca creímos posible; no hay que considerar segura la victoria hasta que el combate no haya tocado a su fin.
El interés del jefe militar debe ser asegurar el éxito de la guerra, y lo que la política haga o deje de hacer con las victorias o con las derrotas no debe importarle nada.