Cuando hayáis cometido un error, no mintáis para negarlo o atenuarlo. La mentira es una torpe debilidad. Acepta que te has equivocado; en ello está la magnanimidad.
Más debemos algunas veces a nuestros errores que a nuestros aciertos, porque aquellos nos enseñan y éstos nos desvanecen.
Es mucho más fácil detectar el error que descubrir la verdad: el primero se halla en la superficie y no cuesta demasiado dar con él; la segunda reposa en las profundidades y explorarla no está al alcance de cualquiera.
Todos los errores humanos provienen de la impaciencia de una ruptura precipitada, del método, de la aparente aprehensión de una cuestión aparente.
El noventa por ciento de los hombres se juzga inteligentemente, cualquiera que sea la enormidad de sus errores.
Son muchos los que yerran, no por la falta de capacidad de lograr su objetivo, sino por no saber a qué objetivo dirigirse.