Un peligro previsto está mitad suprimido.
La aflicción hace de una hora diez.
No seré largo en palabras y pensaré más de lo que diga.
He creído siempre que un hombre no está totalmente perdido hasta que lo han ahorcado.
No habréis perdido reputación ninguna a menos que vos mismo la consideréis perdida.
Las primeras palabras que la nodriza del hijo de un rey debe enseñarle son: yo perdono.
Si galana es la rosa, su gala es más cara por ese olor suave que de ella trasciende.
Mendigo como soy, también soy pobre en agradecimientos.
Los hombres poderosos tienen manos que alcanzan lejos.
Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar.
El deber de cada súbdito pertenece al rey, menos su conciencia.
La ignorancia es la maldición de Dios; el saber es el ala que nos permite volar hacia el cielo.
No hay metafísico capaz de soportar con paciencia un dolor de muelas.
Cuida, querido corazón, de tan inmenso privilegio; la hoja de mejor temple, mal empleada, pierde su filo.
Las sensaciones extremas, cuando se prolongan, acaban por no sentirse.
El cielo nunca ayuda al hombre que no quiere obrar.
Hay sonrisas que hieren como puñales.
¡Y pensar que con el sueño damos fin al pesar del corazón y los mil naturales conflictos que constru yen la herencia de la carne!
Un fuego se consume con la llama de otro fuego; un sufrimiento se aminora con el sentimiento de otro dolor.
Más os valdría un mal epitafio para después de muerto, que sus maliciosos epítetos durante vuestra vida.