La inconstancia pierde antes de haber ganado.
¡Oh, padre, qué infierno de brujería se esconde en la pequeña órbita de una sola lágrima!
El sabio no se sienta para lamentaciones, sino que se pone alegremente a trabajar para reparar el daño.
No basta levantar al débil, hay que sostenerlo después.
La mujer ligera hace al marido pesado.
Lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario de dementes.
Guárdate de entrar en pendencia, pero una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti.
Los males que se despiden, muestran su mayor perversidad en el momento de partir.
Deseamos ver multiplicarse las más bellas criaturas, para que la rosa de la belleza no pueda nunca perecer.
No hay marido peor que el mejor de los hombres.
A veces echamos a perder lo bueno por esforzarnos en lo mejor.
De tratar a cada uno según sus merecimientos, ¿quién escaparía al látigo?
El mundo entero es un teatro.
El buen nombre es la joya más inmediata a las almas; el que hurta mi buen nombre, me arrebata una cosa que no lo enriquece y me deja pobre de verdad.
El que me encomienda a mi propia satisfacción, me encomienda a lo que no puedo obtener.
Palabras sin defectos nunca llegarán a los oídos de Dios.
¡Cuán desgraciados son aquellos que no tienen paciencia! ¿Qué herida se ha curado en un instante?
Palabras sin pensamiento, no van al cielo.
¡Dadme un hombre que no sea esclavo de sus pasiones y yo le colocaré en el centro de mi corazón!
Nada envalentona tanto al pecador como el perdón.
