En otros tiempos se limitaban a alimentar al cuerpo como un servidor; hoy se le sirve como a un amo.
Si queremos ser unos jueces justos en todo, esto es lo primero que nos debe convencer: nadie de nosotros está exento de culpa.
No tiene sentido, ní es en absoluto conveniente para una persona cultivada el pasar su tiempo haciendo trabajar sus brazos, engrosando su cuello, fortaleciendo el pecho. Por más que te hallas dado un buen ungüento, por más que tus musculos hallan aumentado su volumen, nunca igualarás el poder de un buey cebado, ni jamás pesarás tanto.