¿Dices que una buena causa justifica incluso la guerra? Yo contesto: Una buena guerra justifica cualquier causa.
El hábito da un sabor agradable a todas las cosas y nosotros medimos los derechos a las cosas por los placeres que nos proporcionan.
Se oye sin buscar nada, se recibe sin preguntar lo que buscamos. Semejante a un relámpago, la idea brota absoluta, necesaria, sin dudas ni vacilación.
Son pocos los que logran ser independientes. Ello es un privilegio de los fuertes. Quien intenta serlo, teniendo el mayor derecho a ello, pero sin considerarlo un deber, demuestra no sólo que es fuerte, sino temerario hasta el desenfreno.