Cuando un hombre piensa mucho y cuerdamente, no sólo su rostro, también su cuerpo, toma un aire de prudencia.
Tengo la creencia que no hemos nacido solamente para ser felices sino para cumplir con nuestro deber, y consideremos felices si llegamos a saber dónde se halla nuestro deber.
Los hombres no deciden por lo más racional sino por lo que les llena el corazón de resolución y de esperanza.
Todo gran trabajo ejerce una influencia ética. El esfuerzo necesario para concentrarse y dar una forma armónica a una materia, es como una piedra que cae en nuestra vida espiritual; el círculo reducido va creando ondas cada vez mayores.