Cuando oigo hablar de ideas liberales, siempre me asombra ver cómo los hombres se entretienen tan a gusto con palabras huecas: ¡Una idea no puede ser liberal! Deberá ser vigorosa, excelente y perfecta en sí misma para que cumpla con la divina misión de ser productiva. Menos aún podrá ser liberal un concepto, pues tiene una tarea totalmente distinta.
La emisión de las ideas por la prensa, debe ser tan libre, como es libre en el hombre la facultad de pensar.
Se oye sin buscar nada, se recibe sin preguntar lo que buscamos. Semejante a un relámpago, la idea brota absoluta, necesaria, sin dudas ni vacilación.