El verdadero hombre quiere dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer, el juguete más peligroso.
El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre, una cuerda por encima de un abismo.
El que quiera cosechar en la vida felicidad y tranquilidad, no tiene más que desviarse de los caminos que conducen a la cultura superior.
El camino más corto no es el más derecho, sino aquel en queno obedecer a las reglas de navegación es simple necedad.
El carácter definitivo del hombre es la voluntad; el de la mujer, la sumisión; tal es la ley de los sexos.
La verdad es aquella clase de error sin el que no puede vivir un ser viviente de una determinada especie. El valor para la vida es lo que decide, en último término.
Es más cómodo obedecer a la conciencia que a la razón, pues en cada fracaso la conciencia encuentra una excusa y un aliento.
Es necesario en el trato de los hombres recurrir a un disimulo benévolo, como si no penetráramos los móviles de su conducta.