El camino que conduce a nuestro propio cielo pasa por la voluptuosidad de nuestro propio infierno.
El infierno es la imposibilidad de la razón.
Las puertas del cielo y el infierno son adyacentes e idénticos.
El infierno está empedrado de buenas intenciones.
No hay necesidad de fuego, el infierno está en los otros.