La naturaleza ha concedido las ilusiones tanto a los sabios como a los locos para que los sabios no fueran demasiado desgraciados por culpa de su sabiduría.
La ilusión eterna; o por lo menos que renace a menudo en el alma humana, está muy cerca de ser una realidad.
Parece un absurdo y, sin embargo es una verdad, que no siendo nada todo lo real, no hay en el mundo nada de real ni de sustancial más que las ilusiones.
Tal vez la alegría suele venir por pocos momentos; por eso no hay que arrojar las ilusiones, que tampoco pueden durar mucho.
Déjenme vivir ilusionado, que para lo que dura la vida, más vale engañarnos seriamente y no andar en controversias.
Las ilusiones construyen la única cosa que nos ayuda a vivir; por ello, debemos respetarlas en los demás como en nosotros mismos.