El pensamiento recto es condición indispensable de la vida recta; la cordura es indispensable para la rectitud de la conducta.
La gente a quien guía la cordura, atinan mejor en hacer el bien que las que se dejan llevar ciegamente por el corazón.
El ingenio es un don celestial bien inútil; lo que hace falta es razón, buen sentido, cordura y juicio.
El sentido moral y la cordura se bastan a sí mismos, no necesitan asociarse a una gran inteligencia para darle felicidad al hombre.
Sabemos que la cordura tiene sus excesos y que al igual que la locura, de vez en cuando hay que reprimirla.
Cuando un hombre piensa mucho y cuerdamente, no sólo su rostro, también su cuerpo, toma un aire de prudencia.