Las convicciones son más peligrosas enemigas de la verdad que de la mentira.
La convicción profunda de un hombre le sustrae a los ataques del ridículo.
Se trate de un animal o una criatura, convencer es ablandar.
Una fuerte convicción forma a los héroes como a los fanáticos.
La convicción es la conciencia del espíritu.
Nuestras convicciones más arriesgadas, más indubitables, son las más sospechosas: constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra pasión.
Siempre queda a cada uno suficiente fuerza para luchar por lo que está convencido.