Caminar y ver su camino es el primer deber de un hombre, porque difícilmente aprecia lo que ha hecho y casi nunca sabe valorar lo que hace.
A nadie hay que desearle condiciones de vida ingratas; pero éstas son, para el que casualmente cae en ellas, piedras de toque que permitan probar el carácter y la máxima firmeza de que es capaz un hombre.
¡Cuán feliz me considero, con que mi corazón sea capaz de sentir el inocente y sencillo regocijo del hombre, que sirve en su mesa la col por él mismo cultivada, y que, además del placer de comerla, tiene otro mayor recordando los hermosos días que ha pasado cultivándola, la alegre mañana en que la plantó, las serenas tardes en que la regó, y el gozo con que la vio medrar día a día!
Una conciencia demasiado delicada hace que los hombres se vuelvan hipocondríacos, a no ser que sea balanceada por una gran actividad.
¿Cómo puede el hombre conocerse a sí mismo? Nunca con reflexiones, sino mediante la acción. Trata de cumplir con tu deber y sabrás lo que debes pensar en ti mismo.
Para conocernos a nosotros mismos, nada enseña tanto como volver a leer lo que escribimos años atrás.