¡Cuán feliz me considero, con que mi corazón sea capaz de sentir el inocente y sencillo regocijo del hombre, que sirve en su mesa la col por él mismo cultivada, y que, además del placer de comerla, tiene otro mayor recordando los hermosos días que ha pasado cultivándola, la alegre mañana en que la plantó, las serenas tardes en que la regó, y el gozo con que la vio medrar día a día!
En invierno bebo y canto por la alegría de ver que la primavera se avecina. Llega la primavera y entonces vuelvo a beber por la alegría de verla por fin entre nosotros.
No es insaciable el estómago, como la mayoría opina, sino la falsa opinión acerca de su ilimitada voracidad.