El triángulo de la buena conducta es honradez, justicia y recompensa.
Cada cual es como Dios le ha hecho, pero llega a ser como él mismo se hace.
Al hombre se le conoce por la conducta que sigue con su esposa, sus hijos y quines dependen de él.
Una conducta desordenada se parece a un torrente invernal en lo violenta, turbulenta, impetuosa y de corta duración.
Resuélvete a seguir la conducta más excelsa y te deleitarás en ella.
Es necesario en el trato de los hombres recurrir a un disimulo benévolo, como si no penetráramos los móviles de su conducta.
Encontrar lo necesario sin buscarlo es buena fortuna, pero basar la felicidad en el propio comportamiento, es buena conducta.