El carácter es aquello que revela la finalidad moral, poniendo de manifiesta la clase de cosas que un hombre prefiere o evita.
El buen carácter depende en conceder poca importancia a lo que a ti te afecta, y estimar en mucho lo que se refiere a los demás.
El buen carácter consiste en considerar todo con benevolencia y con el deseo de hacer la vida amable y dulce a todos los que viven cerca de nosotros.
Dijo Locmán a su hijo: «Hay tres cosas que solamente se conocen en tres circunstancias, y son: la bondad de carácter en los momentos de cólera; la valentía en la guerra, y la verdadera amistad cuando de ella hay necesidad».
No es más lícito pedirle a los distintos caracteres que se asemejan a la expresión de sus sentimientos, que exigirles los mismos frutos a árboles distintos.
El origen fundamentalmente del mal carácter se encuentra en pretender que los demás se adapten a ti, sin adaptarte tú a los demás.
La conservación de la propiedad, que se puede reponer, importa menos que la conservación o la creación del carácter, que ha de producir y mantener la propiedad.
El carácter definitivo del hombre es la voluntad; el de la mujer, la sumisión; tal es la ley de los sexos.