Infaliblemente, el hombre bueno será cada vez mejor y peor el malo, porque tiempo, virtud y vicio siempre van en aumento.
Es una exigencia de la naturaleza que, de vez en cuando, el hombre se aletargue sin llegar a dominarse; de ahí su gusto por el tabaco, el aguardiente y los opiáceos.
Suele reprocharse severamente a la virtud sus defectos, mientras que se está lleno de indulgencia para las cualidades del vicio.
Los vicios que se manifiestan son sólo los más leves; los más peligrosos son aquellos que se ocultan bajo una apariencia de virtud.