Es una exigencia de la naturaleza que, de vez en cuando, el hombre se aletargue sin llegar a dominarse; de ahí su gusto por el tabaco, el aguardiente y los opiáceos.
Un hombre debe tener por lo menos dos vicios. Uno solo es demasiado.
Infaliblemente, el hombre bueno será cada vez mejor y peor el malo, porque tiempo, virtud y vicio siempre van en aumento.
No tener moderación muchas veces es causa de que el bien se convierta en mal y la virtud en vicio.
Prefiero un vicio cómodo a una virtud molesta.
No hay un vicio que sea tan contrario a la naturaleza que ofrezca toda huella de ésta.
Toda virtud se halla siempre entre dos vicios.