Ni la ignorancia es falta de talento, ni la sabiduría es prueba de genio.
Sucede a menudo que somos estimados por lo que nosotros mismos nos estimamos.
Los consejos más fáciles de practicar son los más útiles.
La desesperación exagera no sólo nuestra desdicha, sino también nuestra debilidad.
No tenemos derecho a hacer desgraciados a aquellos a quienes no podemos hacer buenos.
El hombre que sabe sacar ventaja de sus liberalidades, posee una gran y notable economía.
La esperanza anima al hombre prudente, pero engaña al presuntuoso y al indolente que confía demasiado en sus promesas.
El espíritu del hombre es más penetrante que consecuente; abraza más de lo que puede atar.
La claridad es la buena fe de los filósofos.
La guerra no resulta tan onerosa como la esclavitud.
La indolencia es el sueño del espíritu.
Sólo se puede ser justo siendo humano.
Las leyes deben ser severas y los hombres indulgentes.
Es un gran signo de mediocridad alabar siempre moderadamente.
En la naturaleza no hay contradicciones.
El odio es una pasión más viva que la amistad.
La paciencia es el arte de esperar.
Los perezosos tienen siempre deseos de hacer algo.
El fruto de la labor es el placer más dulce.
Todo se puede esperar y temer del tiempo y de los hombres.