Todos los hombres de la historia que han hecho algo con el futuro tenían los ojos fijos en el pasado.
El mejor profeta del futuro es el pasado.
El hoy y el ayer son las piedras con que construimos.
El pasado podría aniquilarse; siempre las penas o el olvido pueden hacerlo; pero el porvenir es inevitable.
Cuando la experiencia del pasado ha servido para rectificar nuestra vida, esta rectificación es la mejor prueba de que nada de lo pasado era nuestra verdadera vida.
¡Qué pobre memoria es aquella que sólo funciona hacia atrás!
Bienaventurado el mortal que no pierde un momento de la vida fugitiva en recordar el pasado.