Los momentos que pasamos esperando la felicidad son mucho más agradables y felices que los coronados por el goce.
Comunicar la felicidad y hacer el bien, he aquí la ley, el áncora de salvación, el faro, la razón de ser.
No es la felicidad lo que pedimos al amor, sino el poder de perfeccionarnos interiormente, perfeccionamiento que es la mayor riqueza de esta vida.
Interrumpir el placer en su mejor momento es un buen sistema para evitar que el placer se interrumpa a sí mismo.