La risa es salud y alegría, y la burla es crueldad y amargura.
¡Pero qué afán de no creer nunca lo más sencillo, lo natural, lo verosímil!
No hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros sentimientos.
¡Oh, la seriedad! ¡La ropa negra con que se va a todas partes!
Nadie confiesa sus culpas si no espera que le sean perdonadas, y las mujeres menos,
El lujo de ser mejores que los demás hay que pagarlo; la sociedad exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo.
Cuando un autor nos dice que ha vivido su obra, puede asegurarse que nos dará una obra muerta. No está el toque en haberla vivido, sino en darle vida.
Todo el mundo es teatro y todos somos en él comediantes.
El día que cada uno fuéramos un tirano para nosotros mismos, todos los hombres serían igualmente libres.
Sólo los pueblos que respetan todas las religiones merecen que las suyas sean respetadas.
Locura y tontería son igualmente disparates; pero, según la definición de un amigo mío, tonterías son los disparates que no pro ducen dinero.
La única tristeza sin consuelo en la vida es la tristeza que se ha merecido.
No hay triunfador que no sea presa de su triunfo.
Medio pueblo con odio vale por un pueblo entero.
Suprime la vanidad en las mujeres y habrás suprimido la mitad, por lo menos, de ambición en los hombres.
La vanidad es el feminismo del orgullo.
Todo lo que tiene un valor, puede tener un precio.
El vencedor no se detiene a contar sus muertos. La gloria del triunfo lo compensa todo.
Si cada día hallara una nueva verdad en mi espíritu, y al hallarla tuviera que destruirla destruiría, para vivir cada día una nueva vida con una nueva verdad.
¡Y desgraciados los pueblos en que todos quieren ser directores de orquesta!
