Si queréis estudiar a un hombre no prestéis atención al modo en que calla, o habla, o llora, ni siquiera en que es conmovido por las nobles ideas. Miradle más bien cuando ríe.
Grande y terrible es, entre todos los hombres, el poder de la risa, contra el que nadie, en su conciencia, se siente bien defendido.
Es necesario reír y filosofar, tratar los asuntos de casa y mantener las demás relaciones y nunca descansar de proferir las sentencias de la recta filosofía.
La risa capta el respeto y la estimación aun de los que ignoran su causa; provoca la atención de los circunstantes y da cierta superioridad sobre éstos.