Pensar no basta: hay que pensar en algo.
El hombre verdaderamente libre es el que puede rechazar una invitación a comer sin excusarse.
La experiencia es una cosa muy útil que no sirve para nada.
El sabio generaliza; el artista individualiza.
Comer bien, dormir bien, ir donde se desea, permanecer donde interese, no quejarse nunca y, sobre todo, huir como de la peste de los principales monumentos de la ciudad.
Los autores no solamente se limitan a aceptar los elogios, sino que todavía exigen que no se diga más que la verdad. ¿Cómo salir del paso?
El crítico sólo debe decir la verdad. Pero también tiene que conocerla.
Si el dinero no te da la felicidad, devuélvelo.
Si de una discusión saliese la menor verdad, se discutiría menos.
Cuanto más se lee, menos se imita.
A los veinte años, uno piensa profundamente y mal.
Di de vez en cuando la verdad para que te crean cuando mientes.
¡Sé modesto! Es la clase de orgullo que molesta menos.
En arte, no hacer nada como los otros; en moral, hacer con todo el mundo.
Es una cuestión de limpieza: hay que cambiar de opinión como de camisa.
Pensar es buscar claros en un bosque.