No abandones tu embarcación en el mar de la suerte, sigue remando pero rema con desembarazo y reflexiona una vez más.
Que tu arrepentimiento sea voluntad viva, propósito firme. De nada sirve lamentarse y llorar los errores pasados.
Pensar lo que es verdad, sentir lo que es bello, desear lo que es bueno: en todo esto reconoce el espíritu, el fin de la verdad razonable.