Al emprender una lectura debemos proponernos no hacerlo más que una vez, esto es, con una atención tal que una sola lectura baste para recordarla, lo mismo que si el libro hubiera de ser destruido después.
Es absurdo tener una regla rigurosa sobre lo que debe o no leerse. Más de la mitad de la cultura moderna depende de lo que no debía leerse.