La fama meritoria no está al alcance del dinero ni tampoco es asequible a las inteligencias o espíritus vulgares. No hay bienes de fortuna que pueda comprarla, porque esa fama se adquiere mediante el propio sacrificio a través de las expresiones excelsas de ser, sobre todo valiéndose del poder cerebral que natura nos donara.
No hay cosa más honrosa ni alegre en la vida, que dejar memoria de vuestros dichos y hechos en los que deseáis que os recuerden.
Triste es reconocerlo, pero en gestos absurdos y payasadas se funda la fama, más que en el trabajo, el sacrificio y el arte.
Para gozar de fama, cuando la intención sea magnánima y no ambiciosa, se precisa poseer un talento maravilloso, sudar infinitamente y una fortísima voluntad. Entre los hombres, la mayoría son, por naturaleza y por la incostancia de la fortuna, vacilantes.
El medio más corto, seguro y glorioso para ganar fama en el hombre de bien, consiste en trabajar para serlo.