Triste es reconocerlo, pero en gestos absurdos y payasadas se funda la fama, más que en el trabajo, el sacrificio y el arte.
La fama meritoria no está al alcance del dinero ni tampoco es asequible a las inteligencias o espíritus vulgares. No hay bienes de fortuna que pueda comprarla, porque esa fama se adquiere mediante el propio sacrificio a través de las expresiones excelsas de ser, sobre todo valiéndose del poder cerebral que natura nos donara.