Un excelente crítico sería un artista con mucha ciencia y gusto, sin prejuicios y sin envidia. Esto es difícil de encontrar.
Los autores no solamente se limitan a aceptar los elogios, sino que todavía exigen que no se diga más que la verdad. ¿Cómo salir del paso?
Un verdadero crítico no tiene más que saber el autor a quien critica. Un criticón puede serlo cualquier necio.
A medida que las artes progresan hacia su perfección, la ciencia de la crítica progresa con la misma rapidez.
La crítica resentida se caracteriza por no querer en serio lo que pretende querer; no critica por remediar el mal, sino que utiliza el mal como pretexto para desahogarse.
El hombre de talento está naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas que los otros y las ve mejor.
Sólo una clase de crítica merecería respeto: la que dijera al poeta: esto has querido hacer, esto debías haber querido; y ahora, ¿qué relación hay entre lo que quisiste hacer y lo que has logrado?
La crítica es en sí misma un arte. Al igual que la obra del poeta o del autor, no puede ser más juzgada con un bajo criterio de imitación o semejanza. El crítico está en la misma relación con la obra de arte que critica, que el artista con el mundo visible de la forma y del color o del mundo invisible de la pasión y de la idea. Ni siquiera requiere para su perfección los materiales más ricos. Todo sirve a su propósito.