Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola y determinada mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.
Los hombres pueden dividirse en tres clases: los que creen ser donjuanes; los que creen haberlo sido y los que creen haberlo podido ser, pero no quisieron.
La guerra fatiga, pero no extenúa; es una función natural del organismo humano para la cual se halla éste prevenido.
Cuando un loco o un imbécil se convence de algo, no se da por convencido él solo, sino que al mismo tiempo cree que están convencidos todos los demás mortales.
Es penoso observar que desde hace muchos años, en el periódico, en el sermón y en el mitin, se renuncia desde luego a convencer al infiel y se habla sólo al parroquiano ya convicto.
Dondequiera asistimos al deprimente espectáculo de que los peores que son los más, se resuelven frenéticamente contra los mejores.
El hombre que conserva la fe en el pasado no se asusta del porvenir, porque está seguro de encontrar en aquél la táctica, la vía, el método para sostenerse en el problemático mañana.
Un pueblo no sólo ha de saber vencer, sino también ser vencido. Manifiesta cierta pobreza de espíritu no estar dispuesto a ver en la derrota una de las caras que puede tomar la vida.