El placer es el bien primero. Es el comienza de toda preferencia y de toda aversión. Es la ausencia de dolor en el cuerpo y de inquietud en al alma.
Ningún placer resulta totalmente deleitoso si no se comunica, y ningún deleite es absoluto si no se da a conocer.
Si alguien desea placer, / viva siempre en no esperar, / pues que el modo de perderlo / podrá a lo sumo alcanzar.
En todas las cosas el placer tiene un nuevo atractivo por aquel mismo peligro que debería mantenerse lejos.
El placer se parece a ciertas drogas medicinales: para obtener constantemente los mismos efectos, es necesario duplicar las dosis: la última de las cuales lleva consigo al embrutecimiento y la muerte.
El placer es tanto más intenso cuanto más doloroso ha sido vencer la flaca naturaleza humana para alcanzarlo.
Por ir en pos del placer, se aparta el hombre del bien. Cuando lo piensa mejor, vuelve al bien y se topa con el placer perseguido y no alcanzado.
El placer no es otra que la interrupción del dolor, el goce de cualquier cosa que me turba intensamente antes de tenerla.