La conciencia hace que nos descubramos, que nos acusemos a nosotros mismos, y a falta de testigos, declarar contra nosotros.
Sabemos que la cordura tiene sus excesos y que al igual que la locura, de vez en cuando hay que reprimirla.
Si habéis vivido un día habéis visto todo lo que hay que ver: un día exactamente igual que todos los demás.
Es imposible discutir de buena fe con un imbécil; no sólo el juicio, sino también la conciencia, se perturban frente a su ceguedad y su atolondramiento.