La tontería que nosotros hubiéramos cometido es la que menos perdonamos al prójimo.
Se puede ser cruel al perdonar, y misericordioso al castigar.
El más noble orgullo para una mujer, por mucho que haya ofendido, es poder perdonar siempre sin tener que arrepentirse.
Es humano equivocarse; pero también es humano perdonar.
Perdonar a nuestros enemigos constituye una bellísima manera de vengarse, a la vez que un rápido triunfo cesáreo conquistado sin apelar a la violencia.
El que es más generoso no suele tener necesidad de perdonar, porque está siempre dispuesto a comprenderlo todo y es inaccesible a la ofensa que supone el perdón.
Perdonando demasiado al que yerra, se comete injusticia con el que no yerra.
Al gran corazón se le conoce en que perdona; el vencedor que perdona vence dos veces.
Todo se perdona menos a no tener corazón. El que no lo tenga que se lo invente.
El ofendido perdona, pero el ofensor jamás.
El que más ama más perdona.
Es común que quienes se perdonan demasiado son más rigurosos con los demás.
El hombre perdona y olvida; la mujer perdona solamente.
Osamos defender más a quienes perdonan siempre.
Perdonamos fácilmente a nuestros amigos los defectos que en nada nos afectan.
Las virtudes de la fortuna no perdonan a nada ni nadie; todo lo entierran en una fosa común.
Nos lo perdonamos todo a nosotros mismos, nada perdonamos a los demás.
Lo que no puedes, de fijo te será perdonado; pero lo que no quieres, jamás.
Se perdona fácilmente a quien no tiene fuerza para castigar.
Perdona para que se te perdone, olvida para que se te olvide.
