Las ideas, como las pulgas, saltan de un hombre a otro. Pero no pican a todo el mundo.
Cuando oigo hablar de ideas liberales, siempre me asombra ver cómo los hombres se entretienen tan a gusto con palabras huecas: ¡Una idea no puede ser liberal! Deberá ser vigorosa, excelente y perfecta en sí misma para que cumpla con la divina misión de ser productiva. Menos aún podrá ser liberal un concepto, pues tiene una tarea totalmente distinta.