Es tan fácil engañarse así mismo sin darse cuenta como difícil engañar a los demás sin que lo noten.
Hay que saber dejarse engañar. Es el sacrificio que el espíritu y el amor propio deben hacer a la conciencia. Es el crédito que hay que abrir al alma, es lo que hacen los hijos de Dios.
Sólo cuando se está en posesión de la verdad se da uno cuenta de la deliciosa y preferible que era la mentira.