Un príncipe encuentra siempre argumentos para disculparse del incumplimiento de su fe jurada.
Felices los príncipes cuyos oídos quieren escuchar la verdad, aun cuando es prodigada por lenguas indiscretas; pero éste es un esfuerzo de virtud, de que pocos hombres son capaces.
Encuentrola monarquía y sus principios hereditarios y la continuidad del principio social.
Lo que agradó al príncipe tiene fuerza de ley.
Los principios nacieron poderosos pero no enseñados. Si quisieren oír, sabrán gobernar.
Ser monárquico por ser amigo del rey, no es ser monárquico de verdad, es ser amigo del rey, solamente. El verdadero monárquico lo es el rey, no por amigo sino por rey, aunque sea el rey perpetuamente enemigo.