La buena conversación no consiste en decir cosas ingeniosas, sino en saber escuchar tonterías.
Uno busca un partero para sus pensamientos; otro a alguien a quien pueda ayudar a parirlos. Así nace un diálogo fructuoso.
La conversación es una lucha por ver quién interrumpe a quién.
La discusión es masculina; la conversación es femenina.
Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
Conversando, huyen las horas.
El silencio y la modestia son cualidades muy estimadas en la conversación.
Si la mujer no se corrige por lo que le dicen, nunca se enmendará por lo que le amenacen.
Conversar es dar cuenta de nosotros mismos.
El papel más honroso en una conversación corresponde al que da la ocasión a ella, y luego al que la dirige y hace que se pase de un asunto a otro, pues así uno dirige la danza.
El espíritu y el sentimiento se forman con la conversación.
La conversación nos enseña más que la meditación.
El talento de la conversación no consiste en hacer ostentación del propio, sino en hacer brillar el de los demás.
El ámbito de conversar con gentes de ingenio superior al vuestro, en vez de elevarlos, os deprime.
La agudeza es la sal de la conversación, no la carne.
Una conversación ingeniosa con un hombre es un acorde, con una mujer es una armonía, un concierto. De una sales satisfecho, de la otra, encantado.
Hay tres cosas que deben considerarse en toda conversación: la manera, el lugar y el tiempo.
La confianza sirve en las conversaciones más que el ingenio.
Los pensamientos son como tapices enrollados; la conversación los despliega y los pone a la luz del día.
No existe nada más interesante que la conversación de dos amantes que permanecen callados.
